La Gran Revelación sobre la Sanación del Alma

Hace años, participé en un taller sobre justicia social donde hablamos sobre conceptos importantes como equidad, discriminación, privilegio, oportunidad y más. También discutimos temas como la inmigración, la discriminación, la equidad de género, los derechos de la comunidad LGTB, adicciones, derechos de las mujeres, abuso sexual y muchos otros.

La intención era identificar “nuestra propia causa personal” con base en nuestras “victorias”, en lo que habíamos logrado en nuestras vidas como resultado de haber experimentado en carne propia alguna de estas injusticias. Fue entonces que tuve una increíble revelación.

Me di cuenta de que antes de estar en posición alzar la voz y sentirnos con el poder de ayudar a otros y antes de poder salir de nuestra propia situación de reto, debemos sanar las heridas de nuestra alma, lo cual solo puede lograrse a través de la conexión con el espíritu, abriendo nuestro corazón, siendo compasivos con nosotros mismos y conectando con el Amor Universal.

Cuando sentimos dolor y nuestra alma está sufriendo no podemos hacer nada, cuando sentimos desesperanza nos resulta imposible tomar acción, cuando perdemos la fe no vemos la luz al otro lado del túnel. Fue difícil contener las lágrimas al tiempo que se me revelaba todo esto.

Muy emocionada, mire a la persona junto a mí y le dije que mi propósito en la vida era ayudar a las personas a sanar las heridas de su alma, porque eso era lo que había hecho en mi vida y se había convertido en mi mayor victoria. Si no hubiera sanado mi alma mi vida no se hubiera transformado en la maravillosa vida que amo hoy.

Ella me miró muy seria y me dijo; “Es muy fácil para ti hablar así porque eres alguien realmente privilegiado, mírate.” Su respuesta me tomó totalmente por sorpresa y fue entonces que me detuve un momento para intentar comprender de dónde venía esta reacción.

Me conocía desde hacía sólo unas horas y hablaba de lo que ella estaba viendo y percibiendo. Me miraba y veía en mí una mujer privilegiada. A primera vista, doy la impresión de ser una mujer feliz y privilegiada que no ha tenido que sufrir en la vida. Eso es lo que soy hoy en día, una mujer feliz y privilegiada, y sin duda se lo debo a mi vida espiritual.

Sin embargo, no ha sido siempre así…Provengo de una familia en la que las mujeres no eran educadas para ser mujeres fuertes e independientes. Crecí en un hogar donde hubo abuso sexual, muchas mujeres en mi familia e incluso yo misma tuvimos que sufrir ese trauma devastador, resultado de una situación que se presenta en muchísimas familias mucho más frecuentemente de lo que nos podemos imaginar.

Intentar descubrir cómo establecer lazos de confianza con los demás es una labor ardua en la vida, pero intentar confiar en la vida después de haber sufrido abuso sexual de niña o de adulto joven, lleva esta tarea a otro nivel. Después de todo ¿Cómo podrías confiar en alguien?

Cuando tenía 19 años falleció mi papá. Su partida me dejó un profundo sentimiento de abandono puesto que él era el patriarca de la familia, el que nos enseñaba a todos cómo vivir. ¿Quién iba a guiarme en la vida ahora? Fue así como comenzó mi búsqueda, mis intentos por encontrar mi camino en la vida, no tenía idea de que no se trata de encontrar un camino en la vida sino de crearlo a medida que avanzamos.
Cuando terminé la Universidad, salí de México y me mude a Nueva York, sola, con $700 dólares en la bolsa, en un intento por reclamar mi identidad como una mujer capaz e independiente. Permanecer en Estados Unidos de forma legal y encontrar un trabajo que me permitiera sostenerme no fue una tarea fácil. Implicó años de soportar ambientes laborales difíciles pero el trabajo era la “única manera de permanecer legalmente en el país.”

Eso sin mencionar el intense miedo permanente que corría por mis venas, pensando todos los días que quizá no me darían la próxima visa y que en cualquier momento podrían arrebatarme la vida que tenía entonces. Y sucedió, fue muy doloroso y me sentí realmente desorientada cuando tuve que empacar toda mi vida en dos días y mudarme de regreso a México.

Tener que enfrentar el sistema de inmigración tan discriminatorio de los Estados Unidos, siendo mexicana, fue muy difícil hasta que finalmente logré convertirme en residente legal.

Tiempo después tuve que enfrentar también la muerte de mi hermano, relacionada con el abuso de drogas. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Quién? ¿Cuándo? Estas son preguntas sobre su muerte que aún permanecen sin ser respondidas en mi familia. Él era un ser de luz que cayó en la oscuridad y vimos cómo su vida fue apagándose lentamente, sabiendo que las cosas no terminarían ver y siendo incapaces de hacer algo al respecto. Fue muy doloroso ver cómo su luz desaparecía de la Tierra.

Pocos años después falleció mi mamá. Fue a tomar una siesta y nunca más despertó. Vivía una tristeza profunda pues no había podido superar la perdida de mi padre y mi hermano. Durante años intenté ayudarla y finalmente aceptó mi ayuda. Tuve la oportunidad de compartir con ella todo lo que sabía y ella desarrolló una práctica espiritual.

A través de su práctica, encontró la dicha de nuevo y me dijo: “Creo que me voy a ir este año, he terminado”. En ese momento no le creí y le pedí que no bromeara con eso, pero efectivamente ella se fue ese año. Haber tenido la bendición de compartir con ella esos últimos años llenos de felicidad antes de su partida es un inmenso regalo por el que me siento profundamente agradecida pues fue un espacio que nos permitió a ambas conectar con el alma y desde el alma.

Además de lidiar con la muerte de mis seres queridos, probablemente el reto más grande mi vida y la experiencia más aterradora que he tenido que superar y que continúo superando hasta el día de hoy fue el hecho de tener que trascender mi propia homofobia.

Descubrir que había hallado a mi alma gemela fue muy emocionante, pero el hecho de que esta alma gemela fuera otra mujer no fue tan emocionante y definitivamente no era lo que había planeado para mi vida. ¿Qué? ¿Una mujer? Para nada era la historia de amor que yo había imaginado.

Me sentía muy avergonzada de mis sentimientos y tenía mucho miedo de que la gente a la que yo amaba me dejara de querer. Decidí que eso no me iba a suceder y decidí casarme con un hombre con el objeto de arreglar el asunto. Sobra decir que esta decisión trajo mucho dolor a mi vida y a la vida de las personas a mi alrededor. Unos años después logré reunir las fuerzas necesarias para aceptar lo que sentía y seguir el camino de mi corazón.

Todas estas situaciones se convirtieron en mis más grandes maestros, y hoy puedo decir que me siento muy agradecida por cada una de ellas. ¿Hubiera podido vivir sin ellas? Seguro, me hubiera encantado pero no estaba escrito en las estrellas.

Tuve que superar la discriminación por ser mujer, vivir y manejar el horror del abuso sexual, superar problemas migratorios, solucionar retos financieros y ver la vida de mi hermano destruida por las drogas, perder a mis padres y lo que para mí ha sido el mayor reto, aceptarme como soy, gay o no, aprender a amarme a mí misma desde el respeto y la compasión pues es la única manera de hacer que los demás también lo hagan.

Tener como ancla y salvación mi vida espiritual a través de todas estas experiencias, dejó en claro que para poder solucionar cualquier situación en la vida, necesitamos sanar primero las heridas de nuestra alma. Nadie puede sanarnos, tenemos que sanarnos a nosotros mismos. Como dije antes, las respuestas ya están dentro de nosotros, el poder de sanarnos está ahí dentro de nosotros esperando que lo recuperemos, ese poder es el AMOR.

Hoy me siento privilegiada sí, pero no fue así como comenzó mi vida. Me siento privilegiada y agradecida de tener un alma fuerte que no se rindió en los momentos difíciles y que en cada uno de ellos me susurró al oído: “Hay algo maravilloso más allá de lo que hoy puedes ver y sentir, todo esto va a pasar, eres capaz de co-crear tu vida, sólo confía, ten fe y construye la esperanza conectando con la fuente del amor que reside dentro de ti”.

Agradezco haber encontrado mi camino spiritual y a mis maestros, como el Dr. Joseph Michael Levry quien me ha enseñado a traer amor, paz y luz a nuestras vidas y al mundo.

Mi propósito en la vida es compartir cómo anclar tu vida en el amor y la espiritualidad, para que la promesa de la esperanza te impulse en la vida porque todo es posible y podemos co-crear nuestra realidad todos los días.

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